Este artículo aborda la dificultad de generalizar la afirmación de Conant y Ashby de que «un buen regulador debe ser un modelo del sistema», utilizando ejemplos del campo de la vida artificial. Para superar las limitaciones de los teoremas existentes, proponemos un nuevo concepto de modelo que interpreta el comportamiento de un agente como «creencias» y «actualizaciones» desde la perspectiva de un observador. Esto proporciona un «modelo» del entorno del sistema, demostrando su aplicabilidad tanto a la teoría de control clásica como a la regulación interna del estado. Aparentemente, los contraejemplos se resuelven interpretando el modelo como un caso simple. La clave es que el modelo no es inherente al sistema, sino impuesto por un observador externo.